Punto de partida y llegada de los trenes de pasajeros, después de cargas, que se internaban o
llegaban desde la región pampeana y de Cuyo de nuestro país, la estación -de chapa y madera- era
el corazón y punto neurálgico del barrio al que le dio su nombre. Pese a que su construcción en
1891, por parte de una compañía de capitales ingleses, era de carácter provisorio, el edificio supo
sobrevivir a todos los vaivenes económicos, modas y caprichos políticos hasta ayer. Incendiada y
demolida intencionalmente en 2022, no había perdido su gracia: albergó a la sociedad de fomento,
supo ser espacio de talleres de escritura y biblioteca y era la casa del Centro Murga Vía Libre.
Además del servicio de carga y pasajeros, también en sus andenes subían los trabajadores que iban
al puerto a trabajar y las familias, en verano, a refrescarse a Galván o a otras playitas del estuario.